Aprendiendo a compartir. Una experiencia de solidaridad a ambos lados del Atlántico que enriquece y ayuda a vivir a las personas de los dos mundos

“Learning to share. A supportive experience on both sides of the Atlantic that enriches the life of people from both worlds”

Patricio Larrosa. ACOES Honduras (España)

Agradezco a la publicación TSN del Aula María Zambrano de Estudios Transatlánticos de la Universidad de Málaga y a su director, Juan Antonio García Galindo, la oportunidad de compartir en esta prestigiosa revista la experiencia que he podido realizar en estos últimos veintisiete años en Honduras y España. Esta experiencia ha sido coronada con la participación de la Universidad de Málaga, que ha favorecido grandemente el encuentro entre personas de ambos países y ha beneficiado a más de once mil estudiantes.

Estos son niños y jóvenes que viven en comunidades rurales de Honduras donde no hay servicios básicos de agua potable o luz eléctrica. Sus centros educativos, principalmente los de secundaria, están a varias horas de camino y la universidad es totalmente impensable para ellos. Es la pobreza de las zonas rurales del país.

Otros viven en colonias marginales de las grandes ciudades, donde los bajísimos recursos económicos les impiden vivir el día a día y las gravísimas dificultades de su duro presente les imposibilitan ubicarse frente a su propio futuro.

Hablamos de la mayoría de los jóvenes de Honduras, para los que salir a Estados Unidos es la solución más inmediata y favorable, alentada además por el testimonio de los que ya lograron llegar y conseguir el sueño americano. Otros son atrapados por los grupos violentos del país, que les ofrecen oportunidades de tener y ser, algo que la sociedad no les permite ni les ofrece. Estos casi siempre terminan en la cárcel o en el cementerio.

A esta población marginada es a la que intentamos ayudar desde hace veintisiete años, que fue cuando llegué a Honduras.

Hemos tenido la suerte de establecer una alianza con la Diputación y la Universidad de Málaga que nos ha permitido ofrecer a un grupo de estos jóvenes hondureños la oportunidad de pasar un curso en esta magnífica ciudad participando de la vida estudiantil y de la formación de su excelente universidad. Esta oportunidad desde hace varios años se renueva con jóvenes de los más excelentes de Honduras. Ha sido y está siendo una experiencia que marca sus vidas de forma extraordinaria para siempre.

Esto ha sido posible gracias a un largo recorrido de solidaridad y de búsqueda de caminos para la justicia a uno y otro lado del Atlántico. Eso es lo que voy a intentar contar.

Antes y después de la escuela Virgen de Suyapa. Colonia Linda Vista. Tegucigalpa. Honduras. Un proyecto de educación y reforestación.

Llegué a Honduras en julio de 1992, año de la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Me motivaba una noticia que me dieron a los ocho años en la escuela de mi pueblo: la desigualdad del mundo. Entre todas las clases que recibí, aquella marcó mi vida para siempre. Aquel hombre que nos visitaba, creo que era un misionero, nos dejó muy claro que en el mundo había mucha gente que lo pasaba muy mal, que eran muchos y que teníamos la obligación de hacer algo.

Yo nunca lo había pensado antes. La vida en el pueblo era cerrada. Allí estaba todo. Jugar, la escuela, ayudar en el campo, los vecinos, las fiestas…, ese era todo mi mundo. Aquella clase me abrió a la realidad de la situación del mundo con mayúsculas. Me hizo saltar al otro lado de todos los muros, de todas las vallas que nos dividen y encierran. Desde entonces, unido al mensaje de Jesús, que en el pueblo se daba mucho a conocer en la catequesis de la parroquia, marcó el rumbo de mi vida.

La razón por la que Honduras fue el destino de mi viaje fueron unas estadísticas que nos presentaron en un curso de preparación. Era el segundo país más pobre de América, después de Haití, y el idioma en Honduras era el español, algo que facilitaría la tarea. Además, el número de sacerdotes era escaso en proporción a su población.

La llegada fue muy impactante. Los recursos naturales de agua, bosques, clima me parecieron y me siguen pareciendo propios del Paraíso. Por cierto, ese es el nombre de una de las provincias del país: El Paraíso. Acertadísimo. Pero lo mejor que encontré fue su gente. Infinitamente superior a sus paisajes, pienso que es la mayor riqueza del país.

Voy a intentar aterrizarlo.

Comenzamos cuando cinco o seis niños de once o doce años me contaron sus dificultades para estudiar y que sus vecinos estaban en la misma situación. Ellos se ofrecían para ayudar. Eran Sara, Marlon, Denis, Lía… Muy pequeños de edad, pero muy solidarios y generosos.

El problema era fácil de resolver. Con unos cuantos miles de las entonces pesetas se arreglaba para ellos. Para los vecinos, ellos mismos les hicieron una foto y se la mandé a los amigos de España. Estos enviaron dinero y estos niños de Honduras comenzaron a ayudar. A sus vecinos les compraron los cuadernos y el material necesario para entrar en la escuela: zapatos negros de cordón, uniforme, zapatillas de deporte, el buzo… Y al terminar el curso, se entregaban las calificaciones, que se enviaban a quienes los becaban desde España. Es que, si no se tiene ese material escolar, en muchas escuelas no puedes ni entrar. Te quedas fuera y allí ya te están esperando, en muchos casos, para que empieces a vender droga y… Porque encontrar un trabajo siendo tan pequeño muchas veces es imposible.

Unos amigos, Alodia y Jerónimo, vinieron desde España a adoptar un hijo y, al ver la situación de los barrios de Tegucigalpa, se ofrecieron a buscar entre sus amigos y familiares ayuda para mantener una guardería. Así, casi sin darnos cuenta, comenzamos. En la actualidad hay diecisiete centros en zonas muy conflictivas del país, con unos mil trescientos estudiantes menores de seis años que reciben educación, alimentación y atención médica.

Otro matrimonio, Antonio y Ana, con un grupo que se estaba preparando para recibir el sacramento de la confirmación de Huéneja (Granada), mandó el primer contenedor de ayuda humanitaria con la participación de todo el pueblo. Este año hemos recibido treinta y cinco contenedores de España y Canadá.

Los primeros colaboradores de Honduras, que eran niños, se pasaban el día en la casa parroquial pensando cómo ayudar y buscando formas de organizarse. Los listados de compras y de niños que ayudar eran anotados en libretas de segunda venidas en el camión contenedor de España.

Escuela Virgen de Suyapa. Colonia Linda Vista, Tegucigalpa (Honduras). Antes y después del proyecto de educación y reforestación. (Fotografías del autor)

Pronto nos obligaron a organizarnos.

Fundación Codespa, una organización de España que tenía delegación en Honduras, quería darnos una ayuda para comprar material escolar, pero teníamos que tener la personería jurídica de una ONG. Había que crearla.

Aquellos niños se inventaron el nombre: Asociación Colaboración y Esfuerzo (Acoes). No era ni es muy atractivo, pero, si nos daban la ayuda, se conseguía el objetivo. Nunca pensamos que llegaría tan lejos y sería una herramienta tan buena para ayudar.

Como todos eran menores de edad, para constituir la junta directiva tuvieron que pedir las tarjetas de identidad a sus familiares y a sus amigos. El asunto era comenzar a ayudar y tener la herramienta que lo facilitara.

Empezamos becando niños para que, con el material escolar que les dábamos, pudieran ir a las escuelas públicas que a cada uno le correspondía. Después, pasados los años, descubrimos que era mejor juntar treinta niños becados en un aula con un maestro y controlar nosotros mismos las clases, para que se pudieran aprovechar mejor los recursos de los que disponíamos y el estudio fuera de mayor calidad. Empezamos a construir un aula que utilizábamos en tres turnos: mañana, tarde y noche. Buscábamos los estudiantes con más dificultades económicas, visitábamos casa por casa y los matriculábamos en la escuela. Este sistema lo mantenemos hasta ahora en todos los proyectos. Los beneficiarios son seleccionados en sus casas para pertenecer al proyecto. Así nos aseguramos que entran los que más lo necesitan y conocemos a ciencia cierta su situación de vida. Por eso los proyectos que realizamos son privados. No podemos recibir a todos los niños de las colonias donde estamos. Hoy hay cuatro escuelas con unos cuatro mil estudiantes de preparatoria hasta finalizar el bachillerato. En alguna escuela, a todos los que terminan ya los llevamos a la universidad.

En las zonas rurales encontramos el problema de la distancia a los centros educativos. Tuvimos que abrir casas cerca de donde había un instituto, en ciudades importantes, y otras en la capital para que también pudieran llegar a la universidad. Son proyectos donde los jóvenes aprenden a convivir, a gobernarse y a administrarse, además de llevar sus cursos formales hasta completar los estudios superiores que ellos elijan. Actualmente hay catorce casas con doscientos cincuenta y siete estudiantes.

Cada año, por la primavera, venía a España para informar de lo que íbamos haciendo y dar las gracias a todos los colaboradores. También los invitaban a participar y a visitarnos en Honduras para compartir el proyecto. Año a año se ha ido tejiendo una red de amigos que iba aumentando. Se fueron constituyendo pequeñas asociaciones en diferentes ciudades de España que daban soporte a las actividades que realizábamos en Honduras. Todas estaban constituidas por personas que voluntariamente ofrecían un poco —algunos mucho o casi todo— de su tiempo para apoyarnos. Empezaron a buscar ayuda entre sus familiares y amigos, después en instituciones públicas y privadas. Se ofrecieron para dar charlas de sensibilización en centros educativos y grupos de la sociedad interesados en este tema. Hemos ido aprendiendo a compartir. Actualmente son veinticinco grupos constituidos.

Niños en la escuela. Honduras. (Fotografía del autor)

Al tiempo que crecía la organización en España, pensaron unirse bajo la figura de una federación. Ahora quieren formar una fundación, a fin de ganar consistencia y aumentar la capacidad de servir. Todo esto nos ha servido para ayudar más y mejor en Honduras. Intentamos buscar caminos para la solidaridad, que son caminos hacia la justicia.

En Honduras, los niños, que ya se habían convertido en jóvenes, venían todas las mañanas para ver la forma de seguir ayudando, motivados por los que en España no paraban de ayudar. Los de España tampoco paraban, motivados por los que desde Honduras hacían lo mismo. Y así seguimos hasta hoy.

En Honduras se colaboraba y ayudaba por las mañanas, de siete a doce. Se ofrece un almuerzo y se apoya para que se pueda estudiar por la tarde y por la noche.

Esta ha sido la dinámica en estos veintisiete años. Ha sido un recorrido donde intentamos dar cabida a las personas que buscan un espacio para compartir y ayudar. También han llegado las instituciones aportando toda su fuerza y empuje.

Así ha ocurrido con la Universidad de Málaga. Primero llegó a colaborar una joven estudiante que conocía al grupo de Fuengirola Acoes Cooperación Honduras. Ella le contó a su profesor de Informática de la universidad que había pasado una temporada con nosotros en Honduras. Él se lo hizo saber a sus compañeros y a día de hoy son varios cientos de estudiantes los que nos han visitado con bastantes de sus profesores. Un compartir que nos ha enriquecido grandemente a todos y ha motivado que otras universidades de España y Honduras se animen a participar. El resultado es un incalculable enriquecimiento para todos.

De la guardería, que fue lo primero que se construyó, pasamos a la escuela y después a apoyar a los estudiantes para que terminen la universidad. Ha sido un proceso muy semejante al que siguen todas las familias con sus hijos: tiempo, dedicación, perseverancia, recursos…

Ahora, algunos de los jóvenes que han terminado sus estudios, incluso sus másteres, han decidido quedarse a tiempo completo para ayudar. Esto ha enriquecido poderosamente al grupo. Otros han seguido el curso de los años y ahora tienen trabajos que les ofrecen oportunidades para vivir con dignidad y, con la preparación que han recibido, devolver a la sociedad respuestas a los retos de la vida.

No quisiera terminar este compartir sin señalar dos temas que nos ocupan y a los que queremos estar muy atentos: la discapacidad y la ecología.

En los últimos años, descubrimos el mundo de la discapacidad, que margina doblemente a las personas. Estamos intentando considerarlo en todos los proyectos y emprender las acciones pertinentes para llegar a la integración, que es tan necesaria.

En cuanto al tema agrícola y forestal, vemos lo maltratadas y faltas de cuidado que están bastantes tierras de Honduras. Quisiéramos considerarlo y educar en el cuidado del medio ambiente y de la tierra con acciones concretas. Por la extensión del terreno con que cuentan, hay grandes oportunidades para intervenir en la escuela Virgen de Suyapa con la reforestación y la productividad, además de los centros que pretendemos que sean de formación agropecuaria en Marcala, Macuelizo y Divina Providencia. Ya se ha conseguido que algunos jóvenes logren sus estudios de ingeniería agropecuaria, algo que nos llena de esperanza.

Descubrimos que la educación solidaria es un gran motor de cambio social y crea un mundo más justo.