Olga Rodríguez: ‘Vivimos momentos oscuros donde se están normalizando discursos xenófobos, racistas y machistas’

Olga Rodríguez es periodista especializada en información internacional, Oriente Medio y derechos humanos, y se desplaza a lugares como Irak, Afganistán, Territorios Ocupados Palestinos, Israel, Líbano, Siria, Egipto, Jordania, Turquía, Kosovo, Estados Unidos o México, entre otros países. Durante más de una década ha trabajado en Cadena SER, Cuatro y CNN+, y ha realizado colaboraciones con El País, diario Público, Periodismo Humano y Radio Nacional de España. Es cofundadora y copropietaria de eldiario.es, donde ha escrito reportajes, crónicas y análisis sobre política internacional. En su faceta de autora, también ha escrito varios libros, como Aquí Bagdad. Crónica de una guerra, El hombre mojado no teme la lluvia. Voces de Oriente Medio, Yo muero hoy. Las revueltas en el mundo árabe o Karama. Las revueltas árabes. Su periodismo comprometido con la defensa de los derechos humanos y la denuncia de sus violaciones le ha valido para recibir diversas distinciones, como el Premio Periodismo y Derechos Humanos 2014 de la Asociación Pro Derechos Humanos de España, el Premio Enfoque 2014 por su compromiso social, el Premio Club Internacional de la Prensa 2005 por sus reportajes televisivos desde Gaza y Ciudad Juárez, el premio colectivo Pluma de la Paz 2004 por su cobertura de la guerra de Irak, el premio colectivo Ortega y Gasset 2003 por la cobertura de la invasión y ocupación de Irak, y el Premio Turia 2003 al mejor trabajo periodístico por su labor desde Bagdad.

Olga Rodríguez en el Aula José Couso y Julio Anguita Parrado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga

Texto: Raúl Orellana

¿Por qué decidió especializarse en información internacional?

Yo empecé con información local, que creo que es una gran escuela, porque es un micromundo donde hay de todo y en el que haces economía, política, cultura e incluso deportes. Académicamente, me especialicé después de mi carrera, porque siempre me había gustado mucho viajar, siempre me había fascinado esto que se llama la otredad y me parecía la mejor manera de entendernos. Creo que se pueden encontrar muchas respuestas conociendo lo que les pasa a los otros, que en realidad somos nosotros también. Hay veces que conocer eso que llaman los otros es el espejo adecuado para entendernos mejor nosotros mismos.

Dada la crisis por la que ha pasado el periodismo, ¿cómo ve la situación del enviado especial en los medios actualmente?

Es algo que está casi en vías de extinción. Confío en que tenga arreglo, pero en el periodismo ha habido un antes y un después marcado por el momento en el que el poder financiero entra en los medios de comunicación. A partir de ese momento, se produce un desmantelamiento de muchas redacciones y sobre todo de las redes de enviados especiales y corresponsales. En muchos casos, los periodistas se sustituyeron por gerentes que venían de otros sectores y concebían la información no como un servicio público, sino como una mera mercancía. Estos argumentaban: «¿Para qué vamos a tener enviados especiales, si podemos tirar de teletipos?». Se pagó un precio muy caro y supuso algo muy orwelliano, que es ver el mundo a través de dos grandes ojos, que son las dos grandes agencias de noticias. Esto nos condena a la uniformidad. Necesitamos, más aún en democracia, una multiplicidad de miradas que no existe actualmente. Ahora, el enviado especial ya no forma parte de las redacciones y, en muchos casos, tiene que ser un freelance al que solo se le pide una pieza puntualmente cuando se produce algún hecho importante, lo que implica descontextualización y que se encuentre en una situación de gran precariedad.

Esa descontextualización que menciona ¿puede derivar en la creación de noticias falsas?

Claro que sí, sin duda contribuye a ello, porque se está escribiendo en las redacciones, encerrados entre cuatro paredes a miles de kilómetros de distancia de lo que teóricamente pasa en un lugar. Esto implica que sea mucho más fácil caer en las trampas de la propaganda de los bandos implicados en un conflicto, por ejemplo, y en las noticias falsas o tergiversadas e incluso en la trampa de la equidistancia, ya que muchas veces, cuando no se puede comprobar un hecho, se sitúa en el mismo lugar al criminal y a la víctima. Se da la misma credibilidad a ambas partes y eso es terrible. Yo siempre pongo el ejemplo de alguien que informa sobre la Segunda Guerra Mundial de la siguiente manera: «El rabino del gueto de Varsovia afirma que los nazis están masacrando a los judíos. Goebbels lo niega». ¿Dónde está la realidad aquí? Este ejemplo de equidistancia, que es mal periodismo, lo vemos muy a menudo y se debe, entre otras cosas, a que ya no hay enviados especiales, es decir, testigos en los lugares donde ocurren las cosas.

Olga Rodríguez en el taller Cómo informar sobre Oriente Próximo. Periodismo, medios y estereotipos impartido en la Facultad de Turismo

En vista de la creación de un muro de pago en las principales cabeceras españolas, ¿podría servir ese dinero para realizar una mejor cobertura informativa internacional?

Yo apuesto mucho por que los periodistas seamos los propietarios de los medios y nos podamos financiar a través de este método. En España todavía no hay cultura de pago como en otros países y el único medio que hay, que es Infolibre, no está funcionando como debería. Hay que seguir investigando estos canales de financiación, ya sea a través de suscripciones, de muros de pago, etcétera, porque es el único modo de poder ser libres. Sin embargo, en España eso no está siendo suficiente para financiarse.

Una periodista con su experiencia, que cubre tantos conflictos, ¿de qué manera se mantiene mentalmente estable?

Pues haciendo muchos duelos, afrontando lo que se ha visto y analizándolo. El análisis es fundamental, no hay que sumergirse en una huida hacia delante aparentando que nada te afecta.

¿Y se encuentra con muchas dificultades como mujer en este tipo de coberturas informativas?

Mis dificultades como mujer occidental proceden sobre todo de aquí. Una mujer se arriesga a ser violada, pero cada vez más los hombres también son una herramienta de violencia en las guerras. Es verdad que yo he trabajado en muchos países que son muy machistas, pero como mujer occidental se me considera un exotismo y se me respeta bastante. Por ejemplo, cuando empezaron los bombardeos en Bagdad, el segundo ministro de Información del régimen de Sadam Husein nos dijo a varias mujeres: «Es hora de que vayáis a donde tenéis que estar, que es en vuestras casas con vuestras madres». Nosotras estallamos en una carcajada y no hicimos ni caso. Sin embargo, esos días había colegas occidentales que nos decían que ese no era lugar para nosotras; eso es lo que duele de verdad. Lo que a mí me afecta es que estoy más invisibilizada por ser mujer, que tengo menos oportunidades, aunque tenga más experiencia, y que normalmente cobro menos por el hecho de ser mujer. Así es como padezco el machismo de aquí.

¿Hay algún país en el que haya tenido más dificultades para desarrollar su trabajo?

En casi todos… En Israel he tenido bastantes dificultades, también en Irak y Siria; realmente, en esos tres.

Usted estuvo alojada en el Hotel Palestina de Bagdad, donde presenció el ataque que acabó con la vida del cámara español José Couso y del periodista ucraniano Taras Protsyuk. ¿Considera que España actuó de forma correcta o debería haber ejercido más presión sobre Estados Unidos? ¿Hoy en día se puede hacer algo más?

España actuó lamentablemente. Actuó mejor el gobierno de Ucrania. A Protsyuk, periodista de Reuters, le dieron la medalla de honor y lo recibieron con honores de manera oficial. Aquí, José María Aznar se puso al lado de George W. Bush y aseguró que ya había dado «todas las explicaciones» echando una mirada asesina a los periodistas que le preguntaban sobre el tema. Fue tremendo. No ha habido ni investigación ni reconocimiento, ni justicia, ni nada. Afortunadamente, a través de la Audiencia Nacional, varios jueces, el último el juez Pedraz, han mantenido el proceso abierto durante muchísimos años. Hoy en día se debería reivindicar que se recupere la ley de justicia universal que había en España y que era un ejemplo, porque a través de ella se llevaron a cabo procesos judiciales importantísimos que se estudian en todas las facultades de Derecho.

Según su experiencia cubriendo la Primavera Árabe, ¿qué consecuencias ha tenido para el resto del mundo?

Las revueltas árabes fueron en primavera, pero también desembocaron en un invierno atroz de represión en buena parte de estos países, lo que ha supuesto muchísimos muertos y encarcelados, y que mucha gente, los llamados refugiados, hayan tenido que huir, entre otros lugares, a Europa. Esto ha derivado en que muchos gobiernos occidentales hayan dado fuelle a la islamofobia y a la criminalización de esta población que viene a nuestros países huyendo de guerras a las que han llegado nuestras armas. Todo esto se ha instrumentalizado para normalizar discursos de extrema derecha y xenófobos. Desde luego, un Oriente Próximo libre nos beneficiaría a todos y un Oriente Próximo sumido en la represión, como está actualmente, nos perjudica a todos.

A propósito de estos discursos, ¿cómo ve en estos momentos la situación internacional con el gobierno de Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil y el auge de la extrema derecha en España?

Vivimos momentos oscuros donde se están normalizando discursos xenófobos, racistas, machistas, fomentando el reduccionismo y la crispación, y apelando a los instintos más básicos y peores del ser humano en vez de apelar a la inteligencia. Aquí todos debemos asumir y tener claro que, cada uno desde nuestro lugar, desde nuestro oficio, desde nuestra casa, desde donde sea, podemos aportar un poquito para evitar que esto siga aumentando. En Europa ya se están dando situaciones tremendas con apaleamientos a minorías, con señalamientos, lo que puede ser muy perjudicial para todos. Cuando suceden las locuras colectivas, a todos les gusta decir que llevaban tiempo participando de la cordura, pero ahora, que estamos como mínimo en el prólogo de una situación bastante loca, toca la cordura y no luego para apuntarse a ella cuando ya ha pasado todo.

A raíz del anuncio de Estados Unidos sobre la eliminación del «califato» del Estado Islámico en Siria y de la posible creación de nuevas células que planeen atentar contra Europa, ¿cómo valoraría la situación del Estado Islámico en el contexto mundial?

El Estado Islámico va a seguir operando. Cuando se reduce a las poblaciones de Oriente Próximo como seres humanos cuya única motivación es la religión, se está haciendo un estereotipo tan alejado de la realidad que es muy dañino. Sin embargo, hay poderes a los que les conviene esta explicación reduccionista. Si se permite que llegue la democracia a Oriente Próximo, algo que se ha impedido varias veces desde Occidente, incluso a través de golpes de Estado, si se permite la libertad, si se contribuye a planes económicos que dejen de fomentar la desigualdad y la pobreza, como ocurre actualmente —algunos implementados por el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial—, la situación cambiará y disminuirá el caldo de cultivo para que se perpetúen este tipo de grupos. Desconfío mucho cuando alguien dice: «Yo soy un experto en yihadismo». Ese experto es quien transmite lo que el Ministerio del Interior de turno le dicta. No digo que los ministerios del Interior mientan, pero muchas veces tienen sus propios intereses y cuando nos hablan de amenazas, peligros inminentes, atentados, etcétera, luego vemos que no siempre es cierto. Por ello, a través de todo esto, se nos convence de que, por encima de todo, lo que nos conviene es la seguridad y que, por lo tanto, nuestros derechos y nuestras libertades se pueden posponer e incluso recortar y, de hecho, es lo que nos está pasando. Es decir, que lo que pasa en Oriente Medio se usa para recortarnos a nosotros libertades y derechos.

Para finalizar: ¿sigue mereciendo la pena hoy en día ser periodista de información internacional?

A esto te contesto según el día que me preguntes. No es fácil, pero es muy necesario y además es apasionante. A mí lo que me sigue motivando, más allá de que me gusta, es que es necesario. Yo lo vivo ahora como una responsabilidad, lo cual a veces es duro. Todos los meses pienso en dejarlo, porque solo así puedo seguir, sabiendo que lo puedo dejar.