Esta sección pretende divulgar la obra artística de autores consagrados y noveles de una y otra orilla del Atlántico en una apuesta por vincular la creación artística con la producción intelectual.
La artesanía de vanguardia en Canarias
Laboratorio Escénico, SL
David Sánchez es un artesano que, además de crear instrumentos musicales que cumplen con su objetivo principal —el funcional—, los convierte en obras de arte de vanguardia. Alejándose de lo convencional, imagina, diseña y crea un universo nuevo a partir de sus intuiciones y entusiasmo.
David Sánchez entiende la lutería de un modo muy poco común: como método de expresión, más allá de la técnica. Asume la creación y la construcción del instrumento musical como medio para crear un objeto funcional y bello. Concibe el espacio como soporte físico y como un caudal de posibilidades para esculpir múltiples y aparentemente caprichosas formas.
Su trabajo se aleja de lo convencional, en un viaje a través de los vericuetos de formas caprichosas, de las capas de insospechados materiales en la lutería tradicional. Investiga y se expresa a través de materiales tan novedosos en la fabricación de instrumentos musicales como son el carbono o la tela, asombrosamente perfectos conductores de sonido. Imagina y plasma obras de arte que se convierten en lujosos instrumentos musicales.
Su nómina artística puede leerse como un relato que narra la naturaleza oculta del impulso que da lugar a la creación flexible de cada uno de sus instrumentos; es la suma y resultado de voluntad, experiencia y el discurso que surge del camino transitado por ambos. El lutier crea a partir del primer impulso; lo plasma en el papel y se permite desatar su intuición en la puesta en práctica de una sospecha que se torna realidad.
El artista se mueve entre los conceptos de para qué y por qué no, en una relación de amor y odio que finalmente lo reconcilia con la profesión, dando lugar a una forma muy particular de sentir el oficio. Ha atravesado pedregosos y yermos terrenos en los que, con atención y sabiduría, ha encontrado el germen para dar vida y música.
Desde hace una década, forma, textura y color son los recursos expresivos que se encuentran en cada una de sus piezas soñadas. Y esos propios recursos se han convertido a su vez en herramientas dirigidas a la conquista de su objetivo: establecer un diálogo coherente entre la función práctica y la intención artística. El lutier se reivindica así como catalizador y arquitecto de lo sensible.
Cada uno de los trabajos de David Sánchez se sostiene, tanto artística como funcionalmente, porque es capaz de llegar e incidir en el espectador y en el músico; y este es el objetivo y la recompensa que persigue. Con el desarrollo de esta expresividad tan personal, traspasa eficazmente la delgada línea que separa el objeto físico de la obra que encierra en sí misma la capacidad de cautivar la emoción, pudiendo generar amor u odio; nunca indiferencia. La voz propia del lutier da a luz la vibración en lo táctil, dejando la palabra —que formó parte del primer pensamiento— en un prudencial segundo plano
El lenguaje queda específicamente impreso en el diseño, mientras la materia inerte se va acumulando y acercando al abismo del papel en blanco; carente de expresión y susceptible al devenir de la imaginación de David, ofreciendo resistencias al movimiento de su mano, al trazo de su lápiz. Comienzan a aparecer los primeros límites y se agolpan las preguntas —hacia dónde ir, cuál es el camino, cómo ir…—. Pero la presión crece y luego se estabiliza; la libertad va cambiando y se torna menos libre. Son las sensaciones las que derriban los límites y sucumben a las resistencias personales, egoicas; el punto de partida que marcará el camino y el ritmo de cada proyecto.
La constancia, a pesar del peso de la incertidumbre y de los fracasos, también para el lutier es la clave para desarrollar el camino que ha elegido en el ejercicio —asimismo constante— de desoír las opiniones externas y de ignorar los susurros internos que lo alejan de su intuición. Camina y profundiza en los espacios en los que se siente libre; y es justo ahí, en ese momento, donde brota esa expresividad propia que mantiene lejos aquellas preguntas que ponen en peligro su creatividad. Una vez en ese estadio, lo aprovecha y se esfuerza en poseer más proyectos que los recuerdos que tanto pesan y limitan: primero brotan a granel las ideas y luego ha de ir hacia la serenidad que lo lleva a hacerlas realidad.
Una vez superada esta etapa, David se permite jugar con las sensaciones a lo largo de caminos más o menos complejos, al acecho de la ironía que aparece en los momentos más yermos; remonta y ve claramente que las vías sin salida también son fértiles.
A través de la imitación, como en todo proceso de aprendizaje, el lutier se deja guiar por el reflejo del otro, donde se encuentra a sí mismo. La libertad de expresión, la vanguardia, se manifiesta en la obra de David en la reinterpretación contextual de la época en la que le ha tocado vivir y desarrollar su oficio; ha aprendido a ser inmune y a crecer, insistiendo en su empeño de ser fiel al camino que ha elegido, insistiendo una y otra vez más. No esquiva el fracaso; lo encaja y lo atiende, agudizando la escucha activa como motor de cambio.
La sensación de que un instrumento diferente hace que el músico piense y sienta de forma distinta nace en el ludir desde temprana edad, por lo que la idea de la lutería se transforma muy pronto para él. Siente que no encaja en el ámbito tradicional y despierta su voluntad de ir hacia un lenguaje libre y expresivo que le permitirá imprimir un sello distintivo a sus trabajos, ambos conectados por un nexo en común: la emoción. Con ella alcanza un espacio artístico en el que la libertad se expande y en el que, como artista, procura expresar al exterior lo que siente interiormente; sin restricciones. Pero es ahí donde entra en juego el obstáculo que supone la otra función de sus obras: la práctica.
Ambas, la función práctica y la artística, han de ir de la mano, coherentemente, para que cada pieza sea eficaz y eficiente. Entonces el cómo se convierte en el foco de atención, que a su vez se torna en las bases que determinarán cada una de sus construcciones. Y es ese el momento en el que el artesano descubre y aprende nuevas formas de acercamiento a un oficio de rígidas normas. Y es también el momento en el que da la bienvenida a variadas y prestadas disciplinas artísticas para que formen parte de su juego.
De la intuición a la convicción, del papel al objeto, del objeto a la realidad plasmada, de la crítica a la regeneración, del fracaso al éxito, de la intención a la emoción, de la luz a la sombra, de la identidad a la construcción, de la sensación al movimiento, de la incertidumbre a la certeza, de la decepción a la conquista, de la motivación a la condena del fracaso saludable, de la acción a la escucha, de la textura al color, del garabato al soporte, de la exploración al método, del descubrimiento a la decepción, del reto a la voluntad de hacer… Estas son las estructuras que conceptualizan el trabajo de David.
Tomar la decisión de dedicar una vida a alimentar una pasión, poniendo en valor la creatividad con una actitud contrafóbica frente al fracaso, es un acto heroico que pocos afrontan de manera cabal. Y David ha crecido profesionalmente atendiendo al potencial de su propio imaginario; tarea reservada para pocos afortunados.
Las horas de charlas con David mientras trabaja en su taller nos han servido para entender la visión de este singular arquitecto de instrumentos musicales y para descifrar y escudriñar de cerca los entresijos de un universo creativo, extenso y cosmopolita donde confluyen infinidad de nodos intangibles; puntos de unión entre saberes e intuiciones, locuras, corduras y posibilidades que de alguna manera mágica se condensan finalmente en materia.
La magia sucede. Las manos del lutier transforman innumerables alternativas en objetos reales y funcionales; piezas de gran valor artístico que David extrae de manera precisa de su propio subconsciente para expectorarlas en un mundo palpable y sonoro.
El artesano y el arquitecto se funden en un abrazo temporal entre tradición y vanguardia en el que la destreza en el manejo de las herramientas es guiada por el conocimiento transmitido de generación en generación por maestros artesanos, por el cálculo exacto y matemático sobre el papel y por un indiscutible dominio de los materiales. Todo esto sucede gracias a la alquimia de unas manos atrevidas y capaces como las de David.
Como si de una obra arquitectónica se tratara, las luces se cuelan a través de las obras de David, por las que pasean entre contrafuertes, cuerdas y cabrestantes con la sensación de poder habitar durante un tiempo en sus instrumentos.
Maderas, conchas marinas, fibras naturales, metales, lava volcánica… componen este crisol de materiales impensables para la creación de un instrumento musical; elementos que contribuyen —no solo por su composición natural, sino por su riqueza estética— en la creación de piezas de suma belleza.