Texto: María Antonia García de León

Fotos donadas por Enrique Gracia Trinidad

Enrique Gracia Trinidad es autor de más de cuarenta publicaciones, veintisiete de ellas de poesía. Muestras de su obra han sido traducidas a nueve idiomas y figura en antologías y publicaciones de quince países. Tiene en su haber una docena de reconocimientos literarios por distintos libros y el conjunto de su obra. Se dedica a la divulgación cultural (conferencias, teatro de voz, recitales, cursos y talleres literarios, artículos, dibujos, radio, etcétera).

María Antonia García de León (MAGLA). Comienza la canícula tremenda de este verano del 2020, triste y pesado, al que se le debería quitar el nombre del verano que siempre trae consigo ese esplendor.

Enrique Gracia Trinidad (EGT). Este verano es raro, como lo han sido el fin del invierno y la primavera. Recordaremos esta etapa como «el año que vivimos peligrosamente», mucho más que la película de Peter Weir.

MAGLA. Comienzo estas conversaciones literarias con el poeta Enrique Gracia Trinidad, poeta y maestro de poetas… Las llamo conversaciones, donde los dos vamos tejiendo ideas fuerza, reflexiones, vivencias. Huyo del formato de entrevista, donde el entrevistador adopta el papel de especialista en la entrevista y nada más. Así pues, somos dos poetas en amistad charlando en un hermoso lugar, nuestro jardín andalusí. Es el formato clásico, a la griega, del diálogo. Si bien es verdad que, como en la Academia clásica, existe el maestro y el maestro es Enrique Gracia Trinidad…

Me gustaría que la conversación vaya creciendo en forma dialéctica (en forma de duda), como si fuesen los pisos de un edificio que se va alzando o los estratos de un terreno que se van superponiendo.

Lunes, 3 de agosto

MAGLA. Hoy estamos charlando aquí, a la sombra de esta amena hiedra, esta enredadera que cubre todo el tapial del jardín de mi casa.

EGT. No hay mejor forma de empezar. Más allá del laurel, también se coronaba a los poetas con hiedra y hasta con hojas de la vid (véase el cuadro de Velázquez dedicado a Baco). Además, este jardín con enredadera bien podría ser considerado un locus amoenus, el lugar idílico para el descanso, la belleza, la poesía.

MAGLA. Para cada encuentro nuestro, traeré una cita de autor/a que nos resulte de interés, alguna idea fuerza o idea madre, como decía el granadino Ángel Ganivet. Materiales que arrimo a nuestras conversaciones para que incentiven el logos y nos diviertan a un tiempo.

Voy a leerte una frase de la poeta Dulce María Loynaz que me gusta mucho. No tanto por ella, sino porque tiene un contenido interesante, tiene un tanto el aroma de la Cuba de Fidel Castro, donde ella mantuvo su palacete y vivió muy respetada; en la actualidad es un centro cultural bellísimo, enclavado en el famoso barrio del Vedado.

Dulce María Loynaz pertenecía a lo que fue llamado la sacarocracia (un remedo de la palabra aristocracia), rica por la caña de azúcar, que hizo esa isla riquísima en el siglo XIX. Todo el esplendor de París lo adquirieron las clases altas. Y sobre todo era hija del general Mambí, un héroe de la independencia, lo que da a la poeta un aura de intocable bajo el régimen castrista. A ella le he dedicado un poema en mi obra lírica Desde mi torre de adobe en La Habana (Sial, 2016).

Eso era solo un previo para la cita en cuestión que en torno al tema de la poesía me interesa:

La poesía no es estudio, sino inspiración; no es elección, sino estado anímico. Cualquiera puede ser poeta, si es que lo es, y nadie puede serlo por muchos que sean sus esfuerzos.

Es un sistema donde extrañamente se mantienen en vigencia al mismo tiempo la más llana democracia y la más inflexible y aristocrática selección.

EGT. Voy a comentar la cita frase por frase:

«La poesía no es estudio, sino inspiración». Por mucha inspiración que se tenga, si no hay esfuerzo, lecturas, estudio y trabajo, la cosa poética se pone bastante difícil. Aunque sin inspiración tampoco sale bien parada.

«No es elección, sino estado anímico». Cierto, no se es poeta porque se elija como si fuera un trabajo cualquiera. Tiene que haber algo más, algo que no conocemos del todo. Tal vez una disposición del espíritu, como dice Loynaz.

«Cualquiera puede ser poeta, si es que lo es». Confirma lo que me he hartado de decir: si no hay «madera», difícilmente saldrá un poeta. Podrá salir un correcto escribidor de versos, pero faltará algo, ese «duende» que decía Lorca.

«Y nadie puede serlo por muchos que sean sus esfuerzos». Insiste en la idea, ¡bien! Seguro que se van a enfadar muchos modernitos, que dicen que escriben lo que les sale como les sale, y que no corrigen por no matar la inspiración. ¡Menudos bobos!

«Es un sistema donde extrañamente se mantienen en vigencia al mismo tiempo la más llana democracia y la más inflexible y aristocrática selección». Puede doler a muchos y no ser políticamente correcto —cosa que me da igual—, pero democracia y poesía casan fatal. Cualquiera que se ponga a escribir no termina siendo poeta por ello y cualquiera que se crea seleccionado por no sé qué dioses para el asunto tampoco tiene nada garantizado. Yo diría que la condición del poeta es más de anarquismo crítico ante la vida y todos sus componentes y que, más que erguirse en una supuesta aristocracia, debe hundirse en lo popular, lo cercano, lo doméstico, lo natural.

MAGLA. Deseo contarte por qué tiene tanto eco en mí esa cita de Loynaz. Desde la sociología, que he cultivado tanto, el genio se hace, no nace (no me refiero a la persona, sino a la cualidad de genialidad del artista, pintor, poeta, etcétera). Todo es construcción social, a la contra de cualquier biologismo o genetismo. Ahora he llegado a un punto de alejarme de esa dualidad antagónica y creer en la síntesis de un genetismo social, por así llamarlo.

Muchas veces hablamos de cuáles son las condiciones de producirse un poeta, si es que se puede hablar así. Creo que, sin duda, son: la soledad (una experiencia temprana de soledad), el distanciamiento por diversas causas (muy frecuentemente por enfermedad, que agudiza la sensibilidad, la ensoñación, etcétera), un amor singular, por ejemplo el amor a la abuela en el caso de muchos autores o criarse en un mundo de mujeres (curiosamente, lo he visto en muchas biografías, género del que soy estudiosa apasionada). Todo esto nos llevaría lejos. En suma, creo que el poeta y el artista, por extensión, es dueño de una mirada extrañada.

Hace años, escribí este breve poema titulado A grandes profundidades submarinas:

Con parquedad, quietud, silencio

se hace un genio,

más pequeños imperdibles afectivos:

la ternura de un abuelo, la belleza de una prima,

algún amigo informado, o tal vez, la cólera del padre.

A grandes profundidades submarinas,

la invención de una obra.

Chitón.

Misterio.

Jueves, 6 de agosto

MAGLA. Buenos días, Enrique, qué hermosa mañana. Del día pasado, tenemos la cita de la poeta cubana Dulce María Loynaz como introducción a nuestras conversaciones. Hoy quiero hablar del libro de Joan Margarit, premio Nacional de Poesía 2008, titulado Nuevas cartas a un joven poeta (en Barral, colección Rilke). Ha salido este año al calor de los muchos reconocimientos y premios que ha recibido este poeta.

EGT. Conozco personalmente a Margarit, nos tratamos con afecto y admiro buena parte de su poesía, pero últimamente algunas de sus manifestaciones insistiendo en temas de catalanismo rancio (que los pijos en Cataluña hablaban todos en castellano y no en catalán) me han decepcionado un poco. En todo caso, un gran poeta. Aunque últimamente parece que la han tomado con él (Nacional de Poesía, Iberoamericano de Poesía, Reina Sofía de Poesía, Premio Cervantes…). Cuando la toman con uno, no descansan. Pasó lo mismo con otro grande, José Hierro; parece que cuando pillan un poeta le dan todos los grandes premios seguidos, como para pagar en uno solo la deuda infinita que la sociedad y la cultura tienen con los poetas. Me gusta y lo celebro, pero me parece una falsedad social.

MAGLA. Trato este librito como material que voy arrimando a nuestras conversaciones. Creo que tiene algo de oportunismo y el oficio de sociólogo (recordando a Pierre Bourdieu) conlleva algo de colmillo. Aquí hay un aprovechamiento del famoso título de Rilke Cartas a un joven poeta y él pone nuevas cartas a un joven poeta.

EGT. Hay muchos casos así, de aprovechamiento de un título o fórmula famosa para seguir la estela y hacer algo nuevo. No me preocupa.

MAGLA. Quizá, como catalán que es, le va el negocio y Barcelona es bona si la bossa sona, dice el refrán. Aunque en los tiempos actuales parece que se han olvidado de ello, y más bien que sean el nacionalismo y el independentismo los que suenen, aunque se arruine la bolsa (esto es un excursus).

EGT. Buena parte de razón tienes, amiga. Aunque el arrimo al dinero también le va al independentismo y aprovechan todo lo que pueden. Pero está claro que nos vamos del tema.

MAGLA. Llevo tres meses tratando de leerlo y, aunque admiro mucho a Margarit y me gusta mucho su poesía, este libro me está aburriendo, porque, claro, una cosa es un poeta y otra cosa es un teórico sobre la poesía. Aunque a veces se puede hacer las dos cosas bien. Toda regla tiene su ejemplo negador.

Tiene un tono muy imperativo: esto debe ser así-esto no debe ser así, esto es poema-esto no es poema…, pero a veces pesadote. En cualquier caso, para nosotros, para nuestras conversaciones, es interesante. Quizá, Enrique, lo puedes comprar para la amplia biblioteca que tienes.

EGT. Estoy leyendo ahora ese libro de Margarit, el de Nuevas cartas a un joven poeta, y sí que me resulta interesante. No estoy de acuerdo en todo, pero eso es normal, y tiene el valor de ser sincero y de dar pautas a los nuevos escritores, o a los viejos-nuevos, que también los hay. Lo tengo ya subrayado de arriba abajo, muchas veces con admiraciones y otras señalando ideas que no me convencen y hasta alguna contradicción con afirmaciones que Joan me ha hecho alguna vez de forma personal. En todo caso, ya digo, interesante y recomendable.

El de Rilke, sin duda, es un capolavoro.

Sábado, 8 de agosto

MAGLA. Querido amigo, he andado un poco preocupada por lo que te comenté el otro día sobre el librito de Joan Margarit. De sabios es enmendarse. Permíteme esta humorada: quizá llevaba mucho peso de Margarit en la maleta. Había comprado bastante obra suya, además de la que ya tenía. Sufrí una especie de empacho. Todo debe estar bajo la luz de la armonía, ¿no crees? Y en poesía, la cuestión del paladar, de saborear, es tremendamente delicada, especialmente sensible.

Rectifico la apreciación sobre esa obra. Joan Margarit es un gran poeta, coincido contigo, y uno de mis poetas de cabecera. Hay versos suyos que constantemente me acompañan. Por ejemplo: «pero una herida es también un lugar donde vivir». Y tantos otros que engarzo en mis poemas.

Sin embargo, sí quiero apuntar, además de lo que te dije ese día pasado, que no me ha gustado, o me parece una expresión inadecuada, cómo despacha a san Juan de la Cruz y toda la poesía mística, pese a reconocerle la magnífica vertiente sonora de su castellano: «Leyéndolo, no puedo evitar sentir que lo que se ha llamado lectura mística en nuestras latitudes, son más bien calenturas de santos […]. Me resulta inquietante, a veces, incluso repulsiva».

Lunes, 10 de agosto

MAGLA. ¿Qué te ha dado la poesía tras tantos años de cultivarla? Dime, Enrique, ¿cuántos años llevas dedicándote a ella como poeta?

EGT. Pues, considerando que mis primeros poemas —muy malos— los escribí con diecisiete años, pues llevo cincuenta y tres escribiendo. Aunque tomándomelo en serio desde 1970 (cincuenta años), cuando Julio Cebrián, el pintor y dibujante de La Codorniz, ¡bendito sea!, me regaló Antología rota, de León Felipe. Y publicando, desde mi primer libro de 1972, publicado en 1973 en Ediciones Rialp por un accésit del Premio Adonáis en 1972. Cuarenta y ocho años publicando… ¡Uf!, ¡me suena que es demasiado!

MAGLA. ¿Y cuántos años enseñándola?

EGT. Si partimos de que yo no enseño a escribir poesía, pues ninguno. Organizando talleres para ayudar a otros a desarrollar su idea poética, pues llevo ya treinta años con multitud de talleres, cursos, charlas, lo que haga falta.

MAGLA. A veces, cuando se cultiva el género lírico se dice que el autor no tiene capacidad para ser novelista y viceversa.

EGT. Complejo el asunto. Parto de que un poeta esencialmente es escritor, así que bien puede alternar uno u otro género sin problemas. A mí no me ha dado por la novela, pero es que soy muy vago. Sí he escrito mucha prosa, casi siempre en corto (relatos, artículos, biografías, etcétera).

MAGLA. Jesús Ferrero fue profesor mío, asistí cuatro años a su taller de teoría de la novela. Decía (en cita libre): «Si yo fuese un buen poeta, pronto iba a estar escribiendo este tormento de una novela, manteniendo el pulso, los personajes, etcétera. Pero, como no soy un buen poeta, escribo novela».

Se callan que, a la sombra de escribir novela, se obtiene mucho más dinero y publicidad. En una sociedad de masas, esto es fundamental.

EGT. Pues Ferrero no lo tenía tan claro, porque de la poesía no creo que esperase alimentarse. Pero la frase es simpática.

Además, es cierto que para escribir novela hay que sentarse y no parar, estar muchas horas, tirar muchas páginas, volver a empezar… Un trabajazo. Con la poesía no vale sentarse y decir: «¡Vamos a ello!». No, la poesía viene cuando quiere y lo que hay que hacer es estar atento para que no se nos escape. Luego, lo de corregir, tirar, etcétera, sí se asemeja al trabajo del prosista, pero más en corto.

El tema económico es claro. Un novelista puede llegar a vivir de lo que escribe (tampoco todos), pero un poeta…, que yo sepa, ninguno. Hablo de comer, porque vivir es otra cosa. Comer de trabajos alrededor de la poesía sí, como yo con recitales, teatro, conferencias, etcétera, pero que me presenten a uno que coma exclusivamente de la poesía.

Jueves, 13 de agosto

MAGLA. Caro poeta, de nuevo aquí en nuestro jardín reflexionando sobre este tema apasionante de la poesía. Leo para ti, y para provocación e inspiración de nuestras conversaciones, esta cita de María Ángeles Cabré, que es una crítica literaria de La Vanguardia, más ensayista y poeta. Está en el prólogo titulado La poesía como autoafirmación, que escribió para mi obra El yo conquistado (Huerga y Fierro, 2018):

Se equivocan quienes creen que la poesía, ese elitista reducto de lo indecible, apenas pervive en las grietas de ciertas bibliotecas polvorientas, donde solo muy de vez en cuando corre el aire. Todo lo contrario, la poesía alienta en los jardines de infancia y los chats adolescentes, en las tertulias de café y los clubes de lectura, en las salas de conferencias y las fiestas populares. Sigue siendo puntal y referencia, entretenimiento y reflexión, comunicación y ejercicio introspectivo.

Lenguaje universal, la poesía es la expresión de aquello que se resiste a la prosa al hallarla escasa en recursos, poco moldeable y decididamente… prosaica. De ahí que siempre sea motivo de alegría la afición al juego de hacer versos, que, como decía en uno de sus poemas más rítmicos el barcelonés Jaime Gil de Biedma, no es un juego sino «algo parecido, en principio, al placer solitario». El poeta sabía que ese «aprender a pensar en reglones contados» no iba a morir nunca y a su ejercicio brillante consagró quizás la dosis más alta de su energía.

Siendo como es compañera de vida, la poesía enciende el fuego acogedor allí donde se cuela el frío y alumbra allí donde la oscuridad, tenaz, se cierne. No se guarda en alacena ni en nevera alguna, pero alimenta, no se cuelga en el armario, pero abriga. Quien no la conoce no sabe lo que se pierde y quien la frecuenta no sabría estar sin ella. Va con nosotros como un idioma aprendido y, allí donde se la precisa, irrumpe.

EGT. Voy a comentar ese interesante fragmento de tu prólogo frase por frase:

«Lenguaje universal, la poesía es la expresión de aquello que se resiste a la prosa al hallarla escasa en recursos, poco moldeable y decididamente… prosaica».

Pero es que, siendo ambas literatura, no tienen mucho que ver. La prosa tiene sus recursos y la poesía los suyos. Sí que es cierto que para lo que expresa un poeta en uno o varios versos el prosista necesita un montón de páginas. Observa, si no, el famoso soneto de Lope de Vega que empieza «Desmayarse, atreverse, estar furioso…» y termina diciendo «Esto es amor, quien lo probó lo sabe». ¿Cuántas páginas de prosa se han escrito hablando del amor, describiéndolo, idealizándolo, explicando sus recovecos? Pues el gran Lope lo dejó clavado en un soneto tan rotundo que queda todo dicho.

Con esto me pasa como con la famosa frase de «una imagen vale más que mil palabras», que no dudo que sea verdad, pero yo corrijo y digo que una palabra vale más que millones de imágenes. Si en una sala yo enseño la fotografía de una casa, todos ven esa casa en concreto (aunque puedan rememorar otras), pero, si digo la palabra «casa», cada cual piensa en una o en muchas distintas hasta el infinito.

«De ahí que siempre sea motivo de alegría la afición al juego de hacer versos, que, como decía en uno de sus poemas más rítmicos el barcelonés Jaime Gil de Biedma, no es un juego sino “algo parecido, en principio, al placer solitario”». Y tanto que es un placer solitario. Incluso a veces un oxímoron: el placer doloroso. Tiene su parte lúdica, de juego, y también su parte agónica, de esfuerzo emocional, de desnudarse mentalmente, de atrapar al lector con unas emociones que podrían ser las suyas. Un juego también, pero arriesgado.

«Siendo como es compañera de vida, la poesía enciende el fuego acogedor allí donde se cuela el frío y alumbra allí donde la oscuridad, tenaz, se cierne». Al menos eso debiéramos tener en mente: ser cálido ante el frío de la existencia, iluminar donde hay oscuridad. Y puestos a pedir, también lo contrario: aplicar frío donde el fuego quema y buscar la oscuridad cuando la luz ciega. La poesía tiene mucho de contradicción, de fingimiento verdadero, como apuntaba Pessoa («El poeta es un fingidor. / Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente»).

«No se guarda en alacena ni en nevera alguna, pero alimenta, no se cuelga en el armario, pero abriga». Tienes razón, pero opino que no le viene mal a un poema guardarlo en la nevera, en el armario, en la alacena, en un cajón, en el ordenador, dejarlo reposar y luego, al cabo de un tiempo, volverlo a sacar para verlo con ojos nuevos y matizar lo que sea, ratificar lo dicho o tirarlo a la basura.

«Quien no la conoce no sabe lo que se pierde y quien la frecuenta no sabría estar sin ella». Rotundamente cierto. Nuestra sociedad se ha alejado mucho de la poesía, por mala educación, por desconocimiento, por miedo a tener que implicarse con lo que el poeta dice, por estupidez mercantil o por intereses sociopolíticos (si la gente no piensa mucho, mejor para quien quiere controlarnos). Yo lo he repetido muchas veces: la poesía no me da para vivir (entiéndase comer), pero a estas alturas yo no podría vivir sin ella.

«Va con nosotros como un idioma aprendido y, allí donde se la precisa, irrumpe». Eso ratifica la famosa frase de la película sobre Neruda, Il postino (El cartero y Pablo Neruda), cuando Massimo Troisi, en el papel del cartero, le dice al poeta: «La poesía es de quien la necesita». En todo caso, siempre he mantenido que hay que estar alerta para cuando aparezca, porque, si no, la poesía pasa de largo.

Siempre recomiendo a mis amigos de los talleres que, si no se les ocurre nada, no se empeñen en escribirla. Es mejor salir a la calle, sentarse en un banco y mirar la vida, la gente que pasa, los objetos, la naturaleza, las casas…, todo. Y a veces eso sirve para que, mientras nosotros miramos, sea la poesía la que se acerque a mirarnos.

Lunes, 17 de agosto

MAGLA. Querido amigo, ¿cuáles son tus poetas iniciáticos?, ¿cuáles sus poemas?

Mi pregunta es: ¿cuáles son tus poemas, tus poetas favoritos, tus poetas de cabecera, si puedes confesar el secreto? Aunque, como maestro de poetas, se supone que tienes un abanico muy amplio, manejas toda la poesía y tienes un criterio liberal, de enseñante y no dogmático.

EGT. Mis poetas iniciáticos, de cabecera, de preferencia, de influencia o como queramos llamarlos, son muchos. De todos he aprendido, todos me han llevado a un tipo de poesía u otra, todos me acompañan desde siempre.

Sin duda, comencé leyendo los clásicos en mis tiempos de estudiante y siempre me incliné por Quevedo y Lope de Vega, Baltasar de Alcázar, Calderón o el mismísimo Cervantes. Me entusiasmó el romancero tradicional, siempre con el amor, la muerte, la traición, la fidelidad, el heroísmo y la guerra a cuestas; eran un mundo fabuloso.

Poco después me interesó mucho el romanticismo, con Espronceda a la cabeza y terminando en el tardío de Bécquer. Enseguida pasé a Rubén Darío y a Juan Ramón Jiménez, aunque los abandoné pronto y los cambié por algunos del 98, del 27 y varios sueltos, especialmente los Machado, Salinas, Dámaso Alonso, Alberti, Blas de Otero, Miguel Hernández y algo de Lorca.

También estuvieron por entonces Tagore, Shakespeare y José Zorrilla.

Pero, realmente, el que considero más cercano y me convenció para tomarme en serio lo de escribir fue León Felipe; de su mano llegó Walt Whitman y ahí ya no pude resistirme. Les ayudó bastante Antonio Machado.

Luego aparecieron César Vallejo, Fernando Pessoa, Kavafis, la generación beat americana y algunos españoles que en los últimos años tuve el honor de tratar personal y amistosamente: Claudio Rodríguez, José Hierro, Rafael Montesinos, Leopoldo de Luis, Manuel Ríos Ruiz, Ángel García López, Enrique Badosa y hasta el humor de Jorge Llopis.

Entre las mujeres, siempre consideré especialmente a Juana Inés de la Cruz, Concha Zardoya, María Zambrano y Francisca Aguirre, entre las españolas, y las extranjeras Elizabeth Browning, Lena Pappá-Marinou, Rada Panchovska, Anna Kamienska, Linda Pastan o Lucille Clifton.

No sé si es muy políticamente correcto, pero en poesía soy hijo de muchísimos padres y bastantes madres.

MAGLA. Dentro de la selva de poetas pensadores, desearía conocer tu opinión sobre la obra de María Zambrano. Voy a poner sobre el tapete, sobre este velador maravilloso en el que brindamos por la poesía, algunas citas de María Zambrano para entrar en el calor del debate.

«La poesía es la conciencia más fiel de las contradicciones humanas, porque es el martillo de la lucidez».

EGT. Una gran verdad, sobre todo en la referencia a las contradicciones. Cualquier escritor puede resultar contradictorio, pero el poeta lo es en esencia, porque las emociones y los sentimientos —o la utilización de los sentimientos, que diría Margarit— son múltiples, variados y no siempre en la misma dirección.

Como martillo de la lucidez, también la concibo, aunque añadiría el cincel para modelar esa lucidez con un buen trabajo de taracea.

MAGLA. «La poesía es todo, y en ella uno no tiene que escindirse. El pensar escinde a la persona; mientras el poeta es siempre uno. De ahí la angustia indecible, y de ahí la fuerza y la legitimidad de la poesía».

EGT. Ahí puedo tener mínimas discrepancias con Zambrano —seguro que a ella, gran pensadora, le encantaría debatir—. No creo que el pensar escinda a la persona, en todo caso la multiplica y termina por definirla. Y así, el poeta resulta uno y al mismo tiempo múltiple. Algo así como el famoso Dios, uno y trino, pero en versión antropomórfica y seglar. Esa es la grandeza de la poesía y buena parte de su servidumbre.

En lo de la angustia indecible tiene María Zambrano toda la razón. El poeta es a un tiempo la voz de la angustia casi inefable y la del gozo de la vida, sea desde el dolor o desde el gozo (recuerdo ahora a Claudio Rodríguez y su espléndido libro El vuelo de la celebración).

Cuando María Zambrano habla de la razón poética va mucho más allá de Kant y de Ortega y Gasset. Cuando distingue al verdadero poeta del señorito que hace versos, alcanza una lucidez magnífica y certera. Remata cuando, en su clave poética, afirma —cito de memoria— que hay cosas que no pueden decirse, pero que eso que no puede decirse es lo que hay que escribir. Y añado, siguiendo su pensamiento: al menos es lo que el poeta debe escribir.

En la fuerza y la legitimidad de la poesía, me uno a la pensadora poeta plenamente. La poesía es una fuerza imparable y es una de las artes más legítimas —siéndolo todas—, porque se elabora con el mismo lenguaje que cualquiera utiliza, el de todos los días (no así las otras artes de utensilios menos comunes, como la música o la pintura). Y esa voz, ese lenguaje de todos, la poesía lo eleva a su esencia y a su conciencia más depuradas.

MAGLA. Caro amigo, he estado trabajando bastante sobre esta pensadora-poeta. De hecho, di una conferencia para celebrar el día de la mujer el 5 de marzo pasado en el Aula de Pensamiento del Casino de Madrid. Era casi la víspera del gran confinamiento, lo recuerdo perfectamente. Deseo decirte algo que creo que es de interés.

María Zambrano es más actual que nunca, en mi opinión. Alguna conocida filósofa le ha criticado que no haya elaborado un sistema filosófico, un constructo teórico cerrado. Pienso que eso, de haberlo hecho, habría avejentado su obra. Está viva porque es una obra abierta.

La emergencia de María Zambrano en la actualidad, con su mezcla de lenguaje, géneros y disciplinas, la hace contemporánea nuestra. Su obra entra en lo que metafóricamente he llamado lo salvaje de las mujeres, en los procesos de construcción de un nuevo canon literario.

Observamos, hoy, el proceso de construcción de un canon literario al que están contribuyendo de forma notable las mujeres escritoras. Es un proceso complejo en el que confluyen tanto voluntades conscientes de construirlo como otras que simplemente se expresan en el campo literario, sin más.

María Zambrano y su obra conectan directamente con este quehacer actual. Es una contemporánea del siglo XXI. La razón poética —escribe Juana Sánchez-Gey, especialista en María Zambrano— es el núcleo germinal de un pensamiento que aúna razón y sentir, filosofía y poesía, filosofía, poesía y religión. Este germen impregna toda su obra.

Desde otras disciplinas, se ha señalado la singularidad de la actividad reflexiva y especulativa de las mujeres. Dice la antropóloga Beatriz Moncó:

El nuestro, el modo femenino de producir conocimiento es más dialógico. Y nos damos cuenta de que cuando hablamos construimos la realidad. Yo siempre lo digo, una de las ventajas de la mujer es que desde el pasado se enteró de que la realidad era construida. Los hombres han tenido que llegar desde su marco positivista hasta el postmodernismo para enterarse.

Por último, afirmo cómo lo personal es conocimiento, lo personal es epistemológico.

Discúlpame la lectura de este texto, pero quería compartirlo contigo.

EGT. Me alegro de esta emergencia y puesta en valor de las mujeres y sus obras. Es un rescate absolutamente necesario.

MAGLA. Como poeta que soy y ensayista sobre el tema mujer y poder, también percibo la conjura contra las mujeres que el sistema patriarcal realiza sistemáticamente a través de mecanismos ancestrales eficaces que no requieren voluntad, mala fe ni estrategias maquiavélicas de anulación, sino la inercia de un molde mental patriarcal que funciona banalmente (la banalidad del mal hacer), al modo de: «¡Ah, no sabía que estaban ahí esas mujeres valiosas! No sabía que podían desempeñar tan bien ese cargo», etcétera. Todo revierte al compañero del pupitre, a la cooptación del viejo club de los muchachos.

EGT. Sí, el poder tiñe toda la vida social.

MAGLA. Sin embargo, algo parece moverse hoy, querido amigo. Se llega a Málaga y su luz es una maravilla, resplandece la ciudad, resplandece el nombre de María Zambrano. ¿Quién no la conoce?

Como ves, le he cogido gran afición a esta tarea que nos ha entretenido tanto, a primeras horas, en el frescor de estas mañanas de verano, en el jardín.

Ojalá que a fin de año podamos reunirnos en torno a un alegre fuego, tan agradable para volver a conversar, y alejemos este tiempo oscuro, tiempo sin nombres, tiempo difícil. «Que tenemos que hablar de muchas cosas», como diría Miguel Hernández. Me viene a la mente nuestra pasión compartida por los títulos (acabo de escribir sobre ello). Cortos o largos, si son inspirados, como tú dices, todos son preciosos y además quedan como huellas hermosas en el habla de la gente, que los cita aunque no los haya leído (no importa, en este caso), funcionan como muletillas, forman parte del bagaje cultural nuestro. ¿Recuerdas qué precioso aquel título de Italo Calvino tan largo, tan sugerente: Si una noche de invierno un viajero?

Volveremos a hablar en torno al fuego. Auguri.

Addenda

Sobre la poesía y de aquello que llamamos nuestro amor

  1. «Amar y hacer poesía es lo mismo» (Lope de Vega dixit). Por ello, aquí van de la mano.
  2. La poesía es la exploradora del territorio del yo.
  3. La poesía es mi psicoanalista.
  4. Todo poeta crea sus antecesores, que se convierten en sus anticuerpos.
  5. El campo lírico tiene una omnipresencia, un habitante radical, el amor. De él estamos hechos.
  6. El amor es el temblor ante un yo.
  7. El amor es asombro.
  8. El amor infunde calor de vida en el hielo.
  9. El amor es detector de nuestros metales preciosos, en la mano el que nos ama.
  10. El amor hermosea a quien toca.
  11. El amor gusta de todo. Nunca da a beber el veneno mortal de la indiferencia.
  12. Rescribiré la lista sobre el amor de san Pablo. La que leen ad nauseam en todas las bodas.
  13. Todo amor crea un lenguaje.
  14. El amor es constructivo, un arquitecto que levanta una casa hermosísima en la persona amada.
  15. El amor ejecuta todos los actos que hizo Dios en la Creación: separa y ordena, da identidad y nombre, confirma y celebra.
  16. El amor lanza dardos de claridad, fogonazos de luz, a lo más genuino del otro.
  17. El amor tiene capacidad de aislar en el campo infinito de lo existente aquello que lo enamora y le conviene.
  18. El amor se viste de domingo, come polos de fresa, juega eternamente en verdes praderas, desiertos, simas. Con todo puede.
  19. La poesía se hace desde el sentimiento de no estar del todo.
  20. La poesía es un hermoso prisma de múltiples aristas. La poesía es el campo minado de la contradicción humana. Un hermoso diamante.

El amor es un capolavoro.

15 de octubre de 2020, día de Teresa de Ávila, patrona de las escritoras españolas


[1] María Antonia García de León (2020): Soy tú (Poesía reunida 2010-2020). Sial.

[2] Joan Margarit: op. cit. supra, pp. 67-68.

[3] Incluyo al final de las conversaciones un listado mío inconcluso al hilo de ese todo que es la poesía, que por definición tiene que quedar inacabado.

[4] Entrevista en profundidad para mi investigación Antropólogas, politólogas y sociólogas (Biografía, género y poder), publicada por Plaza y Valdés en 2009, en Madrid.

[5] Columna de prensa de María Antonia García de León en el periódico Lanza: «Desde mi torre de adobe. El arte de titular» (2 de octubre de 2020).