Padre Patricio Larrosa: «Educar en compartir es muy importante para resolver los problemas del mundo»
Patricio Larrosa, más conocido como Padre Patricio, es un sacerdote granadino que hace más de 20 años decidió dedicar su vida a ayudar a la gente en Honduras, uno de los países con los índices de pobreza más altos del mundo. Creando puentes entre España y Honduras, ha llevado a cabo un proyecto de escolarización con el que ha conseguido que más de 10.000 personas puedan estudiar y tener una vida mejor que la que les deparaba las circunstancias de su país. A partir de la Fundación ACOES, el Padre Patricio, junto a voluntarios españoles y hondureños, ha defendido el acceso a la educación como un derecho y una herramienta para transformar la sociedad. Actualmente es candidato al Premio Príncipe de Asturias 2017.
¿Por qué decidió ir a Honduras?
Desde pequeño tenía el interés de poder ayudar y me llamaba la atención saber que se pueden remediar algunos problemas. Fui a Honduras porque me dijeron que era uno de los países en los que había más necesidad, y también había pocos sacerdotes. Era un país que yo no conocía de nada antes de irme, pero pedí permiso y me fui para allá en el año 92. Cuando llegué allí encontré que también había mucha gente que quería ayudar a otros. A veces era gente pobre, pero querían ayudar a otros que tenían más necesidad. Empecé con unos muchachos que había allí en la parroquia, que tenían 11 o 12 años, y les dije que podían ayudar si querían, y ellos se hicieron los dueños del proyecto. Poco a poco, se dieron cuenta de que podían remediar problemas que tenían otras personas y así intentamos organizarnos. Formamos una ONG que se llama Asociación Colaboración y Esfuerzo (ACOES) y, a partir de ahí, estos jóvenes acabaron el instituto, fueron a la universidad y empezaron a llamar a otras personas. Vinieron personas de España para ayudar y al volver quisieron seguir trabajando desde aquí para ayudar a Honduras. El 100% de lo que aquí juntan se manda para allá. Se podría decir que nosotros allí hacemos el trabajo que aquí cualquier padre o madre haría por su hijo, pagarle los estudios. Entonces estas personas desde que llegan, ayudan. Actualmente hay unos 200 universitarios que dedican medio día a ayudar y el otro medio a estudiar. Es muy interesante, porque ellos conocen la realidad de los problemas que hay allí y saben también las soluciones. Saben cómo ayudar allí mejor que nosotros. Tenemos la ventaja de que la Universidad de Málaga desde hace varios años manda profesores, algo que es muy importante y muy difícil. Además de profesores también vienen estudiantes, y con los estudiantes hondureños se han motivado mutuamente para ayudar. Actualmente hay alrededor de 10.000 estudiantes a los que se les ayuda, a través de voluntarios hondureños y españoles. También tenemos una especie de academia, para que cada uno pueda enseñar a los demás algo sobre lo que se tenga conocimiento. Entre los jóvenes se enseñan unos a otros, pero cada vez están mejor preparados y pueden enseñarse más.
¿Ha pensado en llevar esta labor a otros países?
Ya casi no podemos con lo que hacemos allí. Se están haciendo cosas en muchos sitios, pero es que en Honduras el 60% o 70% de la gente tiene necesidad, vive en la pobreza, entonces se han hecho 16 centros infantiles para niños menores de seis años, pero podríamos seguir haciendo más. En Honduras hay mucha necesidad, y ya es como nuestra casa.
A partir de su experiencia personal, ¿cómo ha visto que determina la vida de una persona el acceso a la educación?
Le cambia totalmente la vida. La educación de cada uno determina, en gran parte, lo que luego es su vida. Lo que nosotros hacemos es algo que aquí la mayoría de los jóvenes ven como algo normal, pero allí es un privilegio de unos pocos. Allí muchos niños con siete u ocho años ya se ponen a vender naranjas o a trabajar de peones de albañil. Y poder dedicarse 20 años a estudiar es algo que muy poca gente puede hacer. Estamos muy contentos porque en 25 años muchos de ellos han acabado su licenciatura y han encontrado trabajo en alguna empresa, ganando un dinero que les hace vivir con dignidad. Retrasan también su maternidad, porque otro problema grave es que el futuro de muchas mujeres que viven en zonas rurales, alejadas de colegios o institutos, es casarse pronto para salir de sus casas, entonces cuando se les da la oportunidad de estudiar, cambian su programa de vida, piensan en acabar su carrera y buscan medios para vivir y valerse por sí mismas, y eso también hace que se rompa el círculo de la pobreza.
¿Cómo responden, sobre todo los más pequeños, a la posibilidad de estudiar?
Para los niños ir a la escuela o ir al centro infantil es una suerte. Los niños no quieren que lleguen las vacaciones. Allí el vigilante de la escuela lo que vigila es que no entren cuando está cerrado. Allí saltan la tapia pero para entrar, no para salir. Intentamos hacer una escuela donde los niños sepan que tienen derecho a una educación con dignidad, entonces hacemos canchas de deporte, graderíos, baños con agua, aulas en condiciones… Allí sentarse en una mesa y una silla para un niño es muy importante, porque a veces en sus casas no tienen donde hacer las tareas. Intentamos hacer escuelas con la mayor dignidad posible para que los niños sepan que tienen derecho a ser reconocidos y atendidos. Queremos que sea un lugar donde puedan crecer y comer también, ya que en la escuela se les da desayuno, almuerzo, merienda y cena para que puedan recibir un apoyo en el tema de la nutrición. Los expertos que han ido desde España como pediatras o criminólogos han sido determinantes para la mejora de los centros. Los criminólogos nos ayudaron mucho a la hora de enfrentarnos al problema de la violencia, que es muy fuerte socialmente. Ya no es sólo cuestión de las pandillas, es la violencia social. La pobreza genera mucha violencia allí, entonces ha sido muy buena la participación de maestros y profesores de aquí.
Y en este sentido, ¿cómo ve el papel de las instituciones? ¿Podrían hacer más de lo que hacen?
Siempre todos podríamos hacer más de lo que hacemos. Pero es muy importante empezar procesos, abrir caminos e ir avanzando, porque nos vamos enriqueciendo todos. Los jóvenes que van de aquí traen una experiencia muy buena para su vida, y los de allí también se enriquecen con las personas que van de aquí más preparadas en el ámbito de la investigación, de los conocimientos, y son motivantes para las personas que hay allí en Honduras. Yo creo que es un beneficio mutuo. Es bueno establecer estas alianzas, como este convenio que se ha firmado con la Fundación General de la Universidad para darle un marco legal a lo que se está haciendo y fortalecerlo.
Y a usted como particular, ¿qué le ha aportado ayudar? ¿Por qué le recomendaría a la gente que fuese a ayudar?
Me he encontrado muy buenas personas. He tenido la suerte de conocer muy buena gente que a veces sin tener nada, hacen un gran esfuerzo para ayudar. También es una suerte ver a tanta gente que quiere ayudar y ver que así se pueden resolver tantos problemas del mundo. Que haya 10.000 niños con ilusión y con ganas de seguir adelante, y que jóvenes indígenas o de barrios muy pobres hayan conseguido venir aquí a estudiar, es una suerte y una gran alegría.
¿Cree que desde aquí tenemos una visión real de lo que pasa allí?
Creo que no. Creo que es muy difícil desde aquí poder hacerse cargo de la realidad y de los problemas que hay allí en Honduras, porque no tenemos referencias de eso. A veces nombramos aquí barrios más pobres o marginales, pero no es lo mismo una situación que otra. Hay gente que vive en circunstancias muy difíciles, y eso hasta que no lo ves no te das cuenta de cómo es realmente. Para los niños y los jóvenes de allí, la vida es mucho más difícil que la que tendrían aquí.
¿Y de quién es la labor de hacer ver al mundo esa realidad?
Creo que todos tenemos que participar. Es una suerte poder participar y es un derecho. Tendría que ser obligatorio para todos participar, porque si no se hace es privarse de algo muy importante, que es compartir con otros y recibir de otros. Al compartir todos nos enriquecemos. A los niños desde pequeños hay que decirles cómo está el mundo y los problemas que hay, y enseñarles que el principal problema es la falta de oportunidades y la desigualdad. El otro día fui a una casa de una familia con dos hijos y me dijeron que les habían hecho dos huchas, una para ellos y otra para ayudar a Honduras, porque quieren que sus hijos desde pequeños aprendan a ayudar a los demás. Educar en compartir es muy importante para resolver los problemas del mundo, y creo que eso tiene que aprenderlo todo el mundo, los gobernantes los primeros. El que no aprendió a ayudar de pequeño, ya es muy complicado que lo aprenda de mayor. Y entonces yo creo que el tema educativo es el que nos puede cambiar a todos, por eso allí en Honduras todo lo que hacemos es fomentar la educación. Si hacemos un proyecto de viviendas, les enseñamos a los jóvenes cómo se hacen las viviendas. Ahora, por ejemplo, también se ha hecho un taller de mochilas, entonces en vez de comprar las mochilas en una empresa de otro país, este grupo de personas las hace para todos los niños. Las propias madres de los niños hacen las mochilas y así ellas tienen un sueldo y los niños una buena mochila. Así se beneficia más gente.